Por: Claude Samaniego
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¿Qué nos está pasando? ¿Nos importan más las banalidades que la vida misma? ¿Hemos perdido totalmente los valores? ¿Preferimos callarnos antes que cambiar las cosas? ¿Somos humanos o bestias sin piedad? Son algunas de las interrogantes que me perturban cuando me pongo a pensar en tantos niños literalmente muriéndose de hambre, dolor y maltrato en este universo. No es siquiera necesario ir hasta África (correspondiente a la imagen ilustrativa) para ver a criaturas en situación de pobreza extrema, basta con abrir bien los ojos en nuestra ciudad misma y no fingir ceguera al verlos en las calles rogando migajas. ¿Nos produce tristeza?
¡Basta de callarnos ante las numerosas injusticias! ¡Basta de permitir que los corruptos despiadados absorban y sequen las arcas del Estado! ¡Japaymína! Todo puede sumar señores. No es posible que sigamos agachando la mirada mientras los políticos nos escupen, se burlan del pueblo y nos roban descaradamente. Mientras eso ocurre, los niños sufren de hambre y frío ante las narices de la sociedad sumisa y cómplice. No esperemos que nos toque la miseria y la falta de justicia para movernos.

La falta de empatía cada vez nos hace menos humanos, evidenciando una fuerte crisis humanitaria. Por un lado están los que tienen y pueden ayudar, sea gobernante o civil, pero no lo hacen porque la ambición y la codicia están impregnadas en sus mentes miserables. Por otro lado, sin embargo, desde un humilde rincón ofrecen lo poco que poseen porque comprenden el sentido de la existencia. Con un golpe de sinceridad, vamos a respondernos estas preguntas. ¿Qué hago yo para mejorar? ¿Puedo ayudar más? ¿Me animo a compartir un pedazo de mi pan con los niños de escasos recursos?